domingo, 14 de octubre de 2007

Béla Tarr: Los cineastas actúan como prostitutas


Seleccionamos una pequeña entrevista aparecida en Café Babel. Nótese su interesante mirada sobre el rol del autor versus las coproducciones, y esa mirada absolutamente retrasada de comercialización aplicada como standar en la metodología de gestión en Chile.


Al director húngaro de El Hombre de Londres, protagonizada por Brit Tilda Swinton, se le escapó la Palma de Oro el 27 de mayo en favor de una película rumana.

La primera escena de la película, unos barcos en un muelle, fue rodada en tres fases, comiéndose media hora de cinta.

Béla Tarr tiene los ojos verdes, una barba cana, echa miradas cortantes y rumia durante segundos todas sus frases. A sus 51 años, es aclamado por la crítica internacional como “uno de los cinco mejores directores de cine del mundo”. Una vez, su profesor de fotografía en la era comunista le espetó de que “no tenía la más mínima idea” de realizar películas, así que se retiró a trabajar en un taller, de portero.

El trabajo de Tarr se está empezando a difundir sólo ahora en Europa. Como director se interesa por los verdaderos problemas existenciales del Hombre. Sus películas son capaces de llegarle al alma a la gente. Desconecta de países concretos. Su última co-producción europea, El Hombre de Londres (2007), recoge esta sensibilidad. Rodada en Francia, la película húngaro-franco-alemana tiene un reparto de fondo internacional, con iniciativas checas y británicas (incluyendo a Tilda Swinton). Su obra épica postcomunista, El Tango de Satán (1994) es una pasada de siete horas y quince minutos de duración.


¿Es la perspectiva del tiempo en Londres similar al ritmo lento de un Tango y las escenas en blanco y negro?
Bueno, no hay ninguna sorpresa en la trama de la historia. Quiero que la audiencia vea la diferencia de las cosas. La duración de una escena refleja la importancia de una capa que quiero enfatizar. Estoy intentando expresar el tipo o clase de Estado que somos, y en esta película lo expreso manteniendo el diálogo en húngaro.


Cada vez más directores húngaros parecen seducidos por las coproducciones. ¿Por qué?
La coproducción real se ve poco en Hungría. Sucede poco que participen más países en una producción de cine -no sólo en términos financieros, sino también en el proceso de producción, con trabajadores, rodando escenas, o con actores de distintos países-. Creo que es fácil ser un “húngaro corto de miras” para quien el mundo termine en los Cárpatos. Sin embarog, yo prefiero imitar a Ady (poeta vanguardista húngaro del siglo XX). Escribía en húngaro, pero siempre pensaba a escala universal. He colaborado por lo menos cuatro veces con el escritor László Krasznahorkai, que me ha transmitido su forma de pensar a escala global. Ahora bien, hay que tener en mente una identidad nacional para plantarse ante el mundo.


¿No estaremos escapando poco a poco del cine nacional húngaro?
Las industrias nacionales del celuloide se están volviendo cada vez más proteccionistas en Europa. En Hungría, por lo general, hablamos de cofinanciar una película. Un director húngaro hace una película húngara con la ayuda financiera de inversores extranjeros. Llamo a esto pseudo coproducción. Es el dinero lo que se transfiere a cambio de ciertos derechos de mercadeo. El problema en el sistema húngaro es que los cineastas actúan como prostitutas. Sólo quieren satisfacer ciertas necesidades culturales específicas o adaptar guiones cinematográficos a una tradición nacional principal.

2 comentarios:

Camilo dijo...

Viene el finde como contenido principal!

Saludos

Camilo dijo...

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